lunes, 29 de septiembre de 2014

Semanas filológicas: Julio Cortázar

 Buenos días, amantes de la lectura. Para inaugurar este proyecto les presentamos las Semanas Filológicas, en las que vamos a rendirle homenaje a los grandes escritores de la historia, que con su maravillosa literatura salvan el domingo a más de uno de nosotros. 
 Esta semana, el autor elegido es Julio Cortázar , que nacido el 26 de agosto de 1914, es considerado "uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, maestro del relato corto, la prosa poética y la narración breve en general, y creador de importantes novelas que inauguraron una nueva forma de hacer literatura en el mundo hispano."

 Para los que quieren conocer su literatura y para aquellos que, ya conociéndola, no se cansan de disfrutarla, les dejamos el cuento Casa Tomada, leìdo con su propia voz.


                                                     v.a.l y Laurens
Fuentes: http://www.youtube.com/watch?v=tWP5oaNtJzU
http://es.wikipedia.org/wiki/Julio_Cort%C3%A1zar

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Cansado

Se levantó.
Se puso sus pantalones azules y su camisa blanca, abrochada hasta el cuello.
Desayunó, café con leche y un par de tostadas con manteca.
Ya en el baño, se miró al espejo. Más ojeras que hombre. Estoy cansado, pensaba. Se cepilló los dientes. Se peinó, se perfumó. Usaba ese perfume horrible que su esposa le había regalado para su cumpleaños. Horrible.
Salió.
Pasó en frente de la casa de su vecino, y su perro, como siempre ladró. Él se sobresaltó. Como si no me conociera el maldito.
Saludó a la señora Perez que todas las mañanas baldeaba la vereda y regaba las plantas. Se detuvo unos segundos, hablaron del clima y de su nieta María. Como siempre.
Estoy cansado.
Se despidió con una falsa sonrisa y un "que tenga un buen día", a lo que la señora Perez contestó "Igualmente. Que Dios te bendiga."
Dios. Que Dios me bendiga, claro.
Maldijo a esa vieja una vez más. Dios nunca estaba con él, él no creía en Dios.
Caminó hasta la parada de colectivo. Estoy cansado. Otra vez demoras. Otra vez tenía que esperarlo rodeado de gente que ni si quiera conocía. Ancianas con bolsas de compras llenas de cosas que posiblemente no les servirían para nada.Estoy cansado de estas viejas falsas. Madres con niños que no hacían más que mirarlo con extrañeza y mostrarles la lengua. Estoy cansado de sus jueguitos. Y su corbata, esa maldita corbata que le ahogaba los sueños.
Llegó el colectivo, y como todo buen hombre dejó pasar a todos antes. "Gracias" "Que caballero" Y algunos ni siquiera lo miraban como para agradecerle el gesto. Él sonreía. Su saliva sabía a sangre. Que cansancio.
Ya estaba adentro. Estoy cansado de ésto. Cansado de lo mismo siempre. Odio mi vida, odio mi vida, odio... pensaba, mientras caminaba hasta el fondo para sentarse en el último asiento, solo, como todos los días.


                                                                                                                                                             v.a.l.

La enredadera

Mientras comía y miraba televisión, decidí postergar mi hambre para cuando no sea un estorbo.
 Aquel documental había plasmado en mi cabeza la idea de que la mente posee una fuerza muy poderosa. Hasta más poderosa que la del cuerpo mismo. Uno, con esta fuerza, puede hacer cosas como teletransportarse o bien mover objetos. Solo basta con concentrarse. Entonces, fue con este último que decidí comenzar. Con una tetera exactamente, pero me distraje con el floreado que delicadamente recorría la tapa de la misma. Poco a poco, mis pensamientos comenzaron a enredarse entre flores hasta terminar estrangulados.
 La enredadera comenzó a acariciar mi pierna y a subir lentamente en espiral. Recorrió mis manos y cada una de sus extremidades.
 Era maravilloso. ¿Realmente estaba pasando? Tal era mi concentración que por más que intentaba no lograba hacer desaparecer aquellas ramificaciones. Hojas y flores brotaban de mi garganta hasta provocarme arcadas.
 Intente moverme pero la enredadera oprimía mi pecho, haciendo que mi respiración sea cada vez más entrecortada. Debía borrar aquellos brotes de mi mente o me matarían.
 Entonces, hice fuerza y más fuerza para poder dormirme, así, la enredadera no podría seguir lastimándome.
 Al cerrar mis ojos, cada una de las flores y hojas que me invadían comenzaron a convertirse en manchones negros hasta que finalmente me quede dormido.
Cuando desperté, desplomado en el piso, la tetera estaba allí, inmóvil, inanimada sobre la mesa.






                                                                                                                                      Laurens